Llegó ese día en el
cual volvería luego de un fin de semana de haraganería y en el que pretendía
sin ninguna duda alguna alegría o por lo menos un buen momento de camaradería.
De repente toco la
alarma, era el momento en el que había que levantarse nuevamente con hombría y
era claro que nadie se oponía.
Otra vez estaba ahí
esa persona que se ponía hablar de geografía y de climatología, el mismo que no
dejaba de parlotear todo el día.
En ese instante lo
único que yo quería era que se terminara esta agonía y ahí estaba él, seguía hablando
como si estuviera dictando en una clase de mecanografía.
La verdad que si sabía
que este tipo me iba a sacar toda mi energía no venía y no sé cómo sería si
alguna vez él faltaría pero seguramente empezaría mejor el día.
Esto está dedicado a esos profesores que tenemos en la vida, especialmente los que son pesados y demasiado conflictivos con los alumnos, además de aburridos, que ni ganas le da a uno de entrar a la clase.
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