Él dio todo por ella desde el
primer momento, dio lo mejor, todo su cariño y amor lo dedicó a ella. Porque
ella era lo que más quería, lo que más sigue queriendo, desde el primer día
hasta el presente. Ella fue su gran amor, con ella logró brillar, logró sentirse
pleno, él se sentía bien si estaba con ella, porque realmente era una de las
cosas que más le importaba. Toda su vida hasta ahora había sido dedicada a
ella.
Él a ella la mimaba, la protegía,
la cuidaba y siempre esperaba volver a verla, tocarla una vez más, sentirla
nuevamente, porque él vivía para ella.
Pasaron los años y él siguió
disfrutando estar con ella, nada había cambiado, sentía el mismo amor que el
primer día que pudo estar con ella, conocerla, apreciarla, amarla.
Pero un día todo cambio, él
sintió que ya no podía cuidarla como antes, que se alejaba de su vida, que
otros habían aparecido en su camino. Estaba perdido, ya no tenía la misma
fuerza, aunque quisiera quererla como antes no podía, algo y alguien se lo
impedían.
Ese alguien, ese otro sujeto, lo
estaba alejando de ella, poco a poco. Él ya no se sentía el mismo, sabía que el
tiempo había pasado, ya no estaba seguro de poder mimarla, quererla, tocarla.
Él ya la veía
esporádicamente, muy de vez en cuando,
pero siempre que estaba con ella quería darle lo mejor, porque para él ella era
su vida. Él era fiel a ella y a pesar de las tentaciones, él no se traiciono y
cumplió su deseo de siempre estar con ella, porque simplemente era lo que más
quería.
Aunque cada vez se le hacía más
difícil, él no se dio por vencido, se comprometió a estar siempre bien para
poder disfrutar su compañía, para volver a mirarla, apreciarla como la primera
vez y sentir que seguía siendo la misma desde el primer día.
Ella seguía siendo la misma,
quizás algo cambiada, con otra presencia, pero sin duda a pesar de los años,
para él siguió siendo la más hermosa, la que más quería, con la que siempre
quiso estar.
El que cambio fue él, ya no podía
disfrutar de ella como fue desde el principio, le costaba amarla, sentirla,
tocarla, mimarla, quererla, como era antes. No porque haya desaparecido su amor
por ella, sino porque simplemente por el pasar de los años se estaba alejando
de ella, de su amada.
Un día él se levantó y se dio
cuenta que su amor por ella no había terminado y que nunca iba a terminar,
porque ella era su mundo. Él ya no la podía tener como antes, pero si podía
hacer lo mejor para que ella lo siga amando, porque su relación nunca iba a
finalizar, porque él siempre le iba a ser fiel a ella.
Ella es la pelota, la camiseta,
la Roma. Él es Francesco, él es Totti. Él es Il Capitano, el Gladiador, el
Emperador.
Él es todo eso, porque Francesco Totti es la Roma.
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